martes, 31 de mayo de 2011

José Sacristán: "Hacer esta obra es un deber cumplido"

Collioure, sur de Francia, 1939. José Machado encuentra en un bolsillo del gabán de Antonio, su hermano muerto, un papel con unos versos últimos: Estos días azules/y este sol de la infancia . José Sacristán decidió tirar de aquellas palabras como quien tira de la punta de un ovillo, para hallar todo el largo de la vida del poeta.

“Me he tomado la libertad de interpretar el último poema de Don Antonio como su deseo de volver a Sevilla”, dice el actor español en Buenos Aires. Ha titulado la obra Caminando con Antonio Machado .

De la muerte en el exilio al huerto claro de la infancia, donde madura el limonero .

El espectáculo, que se estrenará el lunes en La Trastienda, se ha estructurado como un concierto (a cargo de Facundo Ramírez en el piano) que acompaña y dialoga con una serie de poemas de Antonio Machado elegidos por José Sacristán.

¿Cómo eligió los poemas? La selección ha buscado hablar de la vida de Don Antonio sin enfatizar un determinado aspecto. Aparece lo privado, lo político, lo social, la crónica del paisaje. Tratamos de evitar los poemas que musicalizó Joan Manuel (Serrat) porque si no, en cuanto empiezas a recordarlos, ya los estás cantando.

¿”Caminando con Antonio Machado” recoge la tradición de homenaje a sus poemas poniéndoles música, que vienen haciendo Serrat, Paco Ibáñez y otros? No. Aquí la música no es el soporte, sino que hay una coincidencia de la música y los poemas. La primera puesta fue en España, con Judith Jáuregui, una pianista excepcional, y aquí la música está a cargo de Facundo Ramírez. Es un tío encantador, nos la pasamos pipa. La música conserva parte del formato que le dio Judith y recoge los aportes que le hace Facundo, acompañando las partes trágicas y las festivas.

¿Aportes de música argentina? Facundo ha agregado música propia, de su padre (Ariel Ramírez), de María Elena Walsh, pero no es cosa de meter tango o chacarera; los aportes son de música argentina de dimensión universal. La diferencia está en que Judith ha sido un ángel que invita a Don Antonio a volver a Sevilla, y aquí la figura no es tan abstracta. En total, ha quedado algo más coloquial, más próximo al público argentino.

¿La música va de fondo? A veces el piano conversa con Machado, a veces lo acompaña... Hay un juego permanente entre la música y los poemas, que no obedece a ninguna estructura rígida.

No hay modo de que José Sacristán tenga 73 años. Se le busca una mínima señal reveladora de la vejez y se fracasa. En cambio, está el galán de siempre, con su inquebrantable seguridad en sí mismo y su larga cara de perro humano, con esos ojos que tan bien pueden derretir de ternura a quien los mire, o atemorizarlo con seca dureza.

¿Usted es en la obra un Antonio Machado que recita sus poemas? Casi todos los poemas están en primera persona, pero yo no soy un recitador, y si lo fuera, no cabría ello en Don Antonio. No recito los poemas, ni hago el personaje de Don Antonio, lo que hago es una convención, me pongo el bastón, el sombrero, y ya entendemos con el público que hablamos de Don Antonio. Lo que hago es contar la vida de ese hombre.

¿Quién es Machado para usted? Para mi generación, Don Antonio, Miguel Hernández, Rafael Alberti, León Felipe... Todos ellos son testigos formidables de un tiempo muy doloroso de España. Han escrito en la herida. Don Antonio era el más, por su condición de maestro, y maestro de pueblo. Hemos leído a aquellos poetas en la clandestinidad, y tomado de ellos más que la obra poética: aprendimos un comportamiento personal. Eran para nosotros referentes morales, gente a la que no había que traicionar, no sólo leer. Hacer esta obra es un deber cumplido.

La obra es también el homenaje de un discípulo.

Del más torpe y humilde de los discípulos. Procuro ser no el primero de la clase, pero sí uno que le haga saber al maestro que lo que dice no ha caído en saco roto.

La coyuntura política de España, ¿agrega un escenario a la puesta de esta obra? Yo sería el primero en gritar en una plaza de España. Estamos con la corrupción política hasta aquí. Pero en reglón seguido, las elecciones y el giro a la derecha es asombroso: es el reconocimiento a los corruptos. Es una marcha atrás, abrir las puertas al partido que va contra el derecho al aborto, contra los inmigrantes. Es muy curiosa esta vuelta. La izquierda y los sindicatos debieron estar más atentos. En cuanto a mi generación, recojo lo que ha escrito Maruja Torres: aquí estamos. No os olvidéis de que aquí estamos.

Sacristán no ha aflojado un gramo de tensión a su crítica implacable a la realidad humana, política, social. La conciencia diáfana como el metal de un cuchillo, cada vez más afilada. No hace concesiones. Lo que está mal, está mal. La única transformación que ha ganado con los años es que el ejercicio de su inteligencia rápida y mordaz se le ha asentado en sabiduría. Es el mismo de La colmena , de Solos en la madrugada y de Asignatura pendiente , tan vivo, carismático y con la misma autoridad, pero los tonos se han afirmado.

¿Hay énfasis en el compromiso político de Antonio Machado? Que el compromiso no haga del poeta un agitador, que no permanecen los panfletos, sino la poesía. No se trata de dar doctrina con tu obra. Lo que has de hacer es bien tu trabajo.

Pasemos entonces a su trabajo, ¿qué le ha aportado usted al cine español y argentino? Nada. ¿Qué más que mi trabajo? Siempre sin aburrir, ¿eh?. Lo fundamental es que he podido pagar el colegio de mis hijos, comprarme unos discos... Si además he sido de alguna utilidad, pues me alegro. Sí ya van para 50 años de vivir de esto, y de ir por la calle y que no me insulten.

En la Argentina usted es emblema de los actores españoles...

He hecho mi trabajo lo mejor que he podido. No podía creer que el alcalde de Humahuaca viniera, hace unos días, a estrecharme la mano, y felicitarme. En otro lugar me han regalado un cuchillo precioso... La internacionalidad me la habéis dado vosotros, los argentinos.

Sin aburrir y sin aburrirse usted.

Para mí lo constante de la actuación es el juego, ser aquel niño en Chinchón, cuando me iba al gallinero, le sacaba plumas a las gallinas, me las ponía e iba hasta mi abuela, a hacerle creer que era un comanche. Un juego, nada más, pero nada menos. Con Mastroianni y con Gassman, hemos coincidido en que como actor no tienes coartada, ni moral ni nada, que te proteja. Llegas allí y dices vengo a jugar. Nada más que eso. No vas ni porque tienes la responsabilidad política, ni la investidura, ni la importancia. No, vas desnudo: aquí estoy para jugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario