sábado, 30 de julio de 2011

JUAN CARLOS MARAMBIO CATAN

Un cantor entre el tango y el folklore. Basta echar una mirada sobre la vida de Marambio Catán para comprobar que, más allá de algunas composiciones memorables y un difuso recuerdo como cantor, todo lo suyo corresponde a un prototipo muy preciso: el del artista atrapado en el tiempo. Juan Bautista Fulginiti y Fernando Nunziata son otros ejemplos, de los muchos que existen, de tal clase de personajes; la diferencia entre éstos y los demás (los siempre recordados, los que trascendieron su propia época) fue en varias ocasiones una mera cuestión de fortuna publicitaria.

Juan Carlos Marambio Catán -tal su nombre completo, reducido con frecuencia a su segundo apellido y a veces trocado por algún pseudónimo- nació en Bahía Blanca. De ahí en más puede seguirse como fuente su propio libro (El tango que yo viví: 60 años de tango; Buenos Aires, 1972; Editorial Freeland), pero una repetición cronológica sería redundante y hasta parásita. Mejor centrarse en su historia artística, en la que no es difícil establecer un paralelo con los demás cantores de su generación, entre los que se incluyen Gardel y Corsini: al igual que éstos, Marambio Catán fue un "cantor nacional" formado con la experiencia y el carácter trashumante.

En el Paraguay hizo sus primeras armas en el espectáculo junto al mencionado Nunziata; a esta incursión casi secreta le siguió otra no menos olvidada, ya en Argentina, cantando con Saúl Salinas durante algunos meses. Corría el año 1915; Marambio Catán se hacía llamar "Carlos Núñez" y de ahí que este conjunto se promocionara primero como Salinas-Núñez, cambiado luego por Salinas-Catán al parecer por sugerencia del payador Gabino Ezeiza. Ese mismo año los dos cantores, que habían recibido fuertes influencias de los dúos mexicanos que difundían en el país los discos Columbia Record (Rosales-Robinson, por ejemplo), se separan; Marambio Catán sigue un tiempo como solista.

Viaja a Mendoza y se convierte en maestro de escuela; reaparece más tarde en San Juan, junto a Carlos Montbrun Ocampo, quien todavía lejos de su famoso conjunto "de las Alegres Fiestas Gauchas" lo convence para formar el dúo "Marambrun", que no prosperó. Ya entrada la década del veinte puede hallárselo junto a otro cuyano, Alfredo Pelaia, con quien mantiene una relación fructífera (y que se registra en varios discos que van de 1924 a 1928); y muchos años después, ya con dos tercios de su carrera cumplida, llega a integrar un dúo con otro músico de la región: Hilario Cuadros, el director de Los Trovadores de Cuyo.

Estas actividades hablan claramente de sus preferencias, que lo llevarían a fluctuar entre el tango y el folklore con igual afianzamiento. Fue un auténtico difusor del cancionero nativo de carácter cuyano-pampeano, según correspondía al modelo de aquella época en que la mayoría de los cantores alternaban la música ciudadana con la de tierra adentro.

A la par de su vida como cantante, y muchas veces en feliz conjugación, Marambio Catán se desarrolló como actor de teatro pasando por las grandes compañías de entonces. Con ellas recorrió una parte significativa de América Latina, por lo general en cuadros de revistas musicales. Como ocurriera una década atrás en aquella gira junto a Salinas, la disolución llegó antes de lo esperado y Marambio Catán siguió solo, ascendiendo por la costa del Pacífico desde Perú hasta Colombia, emprendiendo desde allí el camino de regreso.

Tiempo después, unido a orquestas de tango (Julio de Caro, Eduardo Bianco, Juan Cruz Mateo) para continuar luego como solista, visitó Europa y Egipto.

De todas las inquietudes de Marambio Catán, es imposible obviar su contribución como autor. Por ella es recordado hoy, en un dictamen que no es injusto, pero sí apresurado cuando toda su fama en este sentido se apoya en el recuerdo de tres o cuatro obras. "Acquaforte", con música de Horacio Pettorossi, su creación más conocida y que fuera un éxito en los repertorios de Gardel y Magaldi, nació en el Viejo Continente; agréguense las letras de varios tangos que son más frecuentes en versiones instrumentales, como "El monito", "Buen amigo" o "El choclo", y el amplio resto corresponde a canciones que no tuvieron la difusión que quizá merecían. También dejó tangos, valses y otras composiciones que como autor les pertenece por completo, tanto en música como en letra.

Su labor discográfica no fue tan breve como podría sugerir su virtual olvido como intérprete, pero la falta de reediciones lo convirtió en un artista casi inaccesible más allá de determinados circuitos. Este hecho, sumado a una probable falta de "aggiornamento", le quitó la proyección hacia planos más actuales, y de ahí que quedara circunscripto a una época pasada.

El 26 de mayo de 1924 hizo sus primeras grabaciones para la compañía Victor, acompañado por la orquesta de Augusto Berto (los tangos "Perjura" y "Tengo celos", disco Nº 77.387); al poco tiempo ya alternaba sus placas como solista -secundado por orquesta o por guitarras- con otras del dúo Pelaia-Catán. Más adelante formaría un dúo norteño con Andrés Chazarreta, dejando en marzo de 1931 para el mismo sello cuatro registros prácticamente desconocidos.

Cerca de esta última fecha también pasó por Columbia, pero el título no llegó a publicarse y hoy se conoce gracias a la aparición de un disco de muestra (información suministrada por Fabio Cernuda). En 1932 grabó en España integrando el Trío Buenos Aires, que completaban Juan Cruz Mateo y Carlos Vega. Todo esto, más su trabajo en las radioemisoras porteñas, lleva a pensar que fue un artista en constante ocupación.

Luego de una última "tournée" por provincias y países de América (con el bandoneonista Carlos Marcucci y números de baile a cargo del "Vasco" Casimiro Aín), y tras intervenir como actor y cantante en una obra teatral de Samuel Eichelbaum, decidió retirarse. Sin estridencias, como había sido su carrera. Fue en 1943; la fecha puede parecer prematura, pero no extraña si se tiene en cuenta que para esa época la figura del cantor nacional había declinado.

Marambio Catán tuvo para la historia de la música argentina algunos privilegios accidentales: como autor de una de las letras de "El choclo", tuvo constante presencia en las partituras, aunque pocos intentaran cantarla; le cupo en suerte estrenar el primer tango de Discépolo, titulado "Bizcochito" y rara vez exhumado desde aquel lejano 1924; fue protagonista de una extraña polémica entre los que intentaron discernir si era él u otro el intérprete de cierta propaganda de Geniol. Superando estos detalles, queda un artista digno de ser indagado, que va desde el poeta lo suficientemente descriptivo en "Acquaforte" hasta el cantor experimentado y solvente, según lo atestiguan crónicas y grabaciones.

Falleció en Mendoza. Llegó a ver cómo componían su nombre en la tapa de su autobiografía, prologada por Raúl González Tuñón; no vivió, sin embargo, para el redescubrimiento que aún espera.

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