sábado, 25 de junio de 2011

TITO LUSIARDO

He aquí el caso de un amigo real de Carlos Gardel. Vale la aclaración, y no porque el cantor no los tuviera de verdad, sino porque después de su fallecimiento se adjudicaron tal condición muchos que simplemente lo habían conocido y tratado, sin profundizar más allá de alguna charla circunstancial (y a menudo, ni siquiera eso). Amigos fueron Deferrari, Laurent, Maschio, Alippi, Guibourg... y Tito Lusiardo.

No obstante ser un prototipo del porteño, había nacido en El Ferrol, sobre la orilla septentrional de la ría de Betanzos, en La Coruña. Algún motivo fomentado por el propio Lusiardo (quizá la necesidad de reforzar su imagen paradigmática de hombre de tango, en el sentido más amplio de la frase) llevó a que se lo creyera nacido en Buenos Aires, en el barrio de San Telmo, y así fue transmitido en algunos textos. Lo cierto es que ya desde muy pequeño vivía en esta zona, y que fue en sus patios de conventillo donde aprendió sus primeros pasos de baile, que le darían tanta fama años después.

Una anécdota de su adolescencia cuenta que hizo lo imposible por estar cerca de Isabel (María Isabel Francisca de Asís de Borbón), infanta de España y dos veces princesa de Asturias, cuando ésta visitó la Argentina en representación del gobierno español con motivo de los festejos del Centenario de 1810; Lusiardo, que no deseaba perderse la ocasión, consiguió un lugar llevándole la cola del vestido.

Atraído por el ambiente artístico de la época, y muy seguro de su vocación de actor, consiguió vincularse al medio cuando ingresó como utilero del Teatro Nacional. Este puesto, ofrecido por el empresario Pascual Carcavallo, consistió al principio sólo en acarrear enseres (Lusiardo afirmaba haber acomodado las sillas para algunas actuaciones del dúo Gardel-Razzano); en 1918 ya tuvo ocasión de compartir escenario en "El cabaret", obra de Pacheco, para la que el actor Luis Vittone debió prestarle su propio smoking. Lusiardo apareció bailando un tango junto a Concepción Sánchez.

Su primer gran éxito en las tablas lo consiguió en un papel de "Tu cuna fue un conventillo", de Alberto Vaccarezza. Luego vendría un sinfín de actuaciones ("El conventillo de la Paloma", "Al tango hay que saberlo bailar", "Mujercitas de lujo") junto a las grandes compañías de la época, como la que encabezaban Enrique Muiño y Elías Alippi; también tendría una permanente presencia en los teatros de revistas. A lo largo de su carrera trabajó junto a nombres destacados como Francisco Álvarez, Olinda Bozán, Gregorio Ciccarelli, Pierina Dealessi, César Fiaschi, Vicente Forastieri, Gloria Guzmán y muchos otros.

En 1930 contrajo nupcias con la actriz Delia Codebó, iniciada en el teatro y que aparecería en varios films entre 1936 y 1939. De este matrimonio nació una hija.

Lusiardo fue convocado nuevamente por Carcavallo en 1933 para cubrir algunos roles en la obra "De Gabino a Gardel" (Crónica cómica de la canción nacional a través de los años), de Ivo Pelay, estrenada el 23 de marzo. Como actor y bailarín aparecía en el primer, segundo y sexto cuadro (también en el tercero, junto a toda la compañía); y si bien no todas las críticas fueron favorables por lo endeble de la puesta, casi todos los medios destacaron sus intervenciones, además del cierre a cargo del propio Gardel.

Ese mismo año ingresa a la cinematografía local, en la que fue la segunda producción de la empresa Argentina Sono Film: "Dancing" (dir.: Luis Moglia Barth), basada en la obra teatral homónima. En este film, del que no parecen haber sobrevivido copias, podía verse a Lusiardo junto a estrellas como Arturo García Buhr, Amanda Ledesma, Alicia Vignoli, Alicia Barrié, Severo Fernández, Pedro Quartucci, Héctor Quintanilla, Amelia Bence y Rosa Catá, además de la orquesta típica de Roberto Firpo, la "jazz" de René Cóspito y el conjunto Los de la Raza. Fue estrenado el 9 de noviembre en el Teatro Porteño.

Un año después protagonizó "Ídolos de la radio" (dir.: Eduardo Morera), en la que a pesar de lo endeble del libro y la torpeza con que fue rodado, pudo salir relativamente airoso. Es verdad que todo el tiempo pareciera estar al servicio de una comicidad que no llega, pero por suerte el interés de la película es otro: se trata de un desfile de las estrellas radiofónicas de entonces, encabezado por Ada Falcón, Ignacio Corsini, Pablo Osvaldo Valle, Francisco Canaro, el Trío Gedeón, Tita Merello, Ernesto Famá, Los Bohemios, Fred y Leo, y unos cuantos más, asistidos por actores de teatro como Lusiardo y Olinda Bozán. Tras su estreno en el cine Monumental, el 24 de octubre de 1934, la crítica señaló precisamente la buena participación de estos últimos.

Afianzada su amistad con Gardel, éste lo llamó a su lado para que apareciese en dos películas rodadas en Long Island, EE.UU. Con el tiempo se convirtieron en las dos actuaciones más recordadas de Lusiardo, y la imagen de ambos, actor y cantante, quedaría fija para siempre en la memoria del tango.

El primero de estos títulos fue "El día que me quieras" (dir.: John Reinhardt), rodado en enero de 1935. Lusiardo, interpretando a Rocamora, compuso a la perfección el rol de un entrañable compañero de correrías de Julio Argüelles/Julio Quiroga (Gardel), e incluso en una secuencia canta a trío con éste y Saturnino (Manuel Peluffo) el vals "Suerte negra", escrito especialmente para el film por Gardel y Le Pera. La simpatía natural de Lusiardo conquista enseguida al espectador. Cuando el acto termina arruinado por su ataque de hipo, pasa convincentemente de lo grotesco a lo dramático; e igual solvencia demuestra más adelante cuando no tiene fuerzas suficientes para comunicarle a Argüelles/Quiroga que su esposa, Margarita (Rosita Moreno), ha muerto.

El segundo fue "Tango Bar" (dir.: John Reinhardt), producido un mes después. Aquí Lusiardo hace de Juan Carlos Puccini, incondicional amigo de Ricardo Fuentes (Gardel), al punto de acompañarlo a Europa... viajando como polizón en el mismo barco. El personaje ideado para Lusiardo es más sólido que el de "El día que me quieras" (y debe reconocerse que el propio guión del film es superior), y supo aprovecharlo desplegando toda su gama de recursos expresivos. Su presentación ante el capitán del buque (José Luis Tortosa) es sencillamente inolvidable, a la vez que refleja al típico "porteño vivo" que se cree capaz de salir indemne de cualquier entuerto. Por ejemplo, al no tener argumentos para defenderse y librarse de la prisión, apela a su prosapia y con gesto "canchero" busca comprensión diciendo: "-Capitán... ¿un Puccini preso...?". Imposible no solidarizarse con el caradura.

Pero la trágica muerte de Gardel, que pesó mucho en el sentimiento de Lusiardo, puso prematuramente un punto final en aquello que prometía ser una dupla cinematográfica, ya que el actor encajaba a la perfección como partenaire del cantante.

De nuevo en los estudios argentinos, actuó en cerca de cuarenta películas entre 1936 y 1969. Sería ocioso mencionarlas a todas; basta con un inventario de sus papeles más destacados, que fueron los que hizo en "La muchachada de a bordo" (Manuel Romero, 1936); "Tres anclados en París" (Manuel Romero, 1938); "Jettatore" (Luis Bayón Herrera, 1938); "El sobretodo de Céspedes" (Leopoldo Torres Ríos, 1939); "Un señor mucamo" (Enrique Santos Discépolo, 1940); "El mozo número 13" (Leopoldo Torres Ríos, 1941); "El fabricante de estrellas" (Manuel Romero, 1943); "La calle Corrientes" (Manuel Romero, 1943); "Con la música en el alma" (Luis Bayón Herrera, 1951); y "El cartero" (Homero Cárpena, 1954).

Lusiardo apareció en algunos films de homenaje al Zorzal, como "La historia del tango", "El morocho del Abasto" y "Carlos Gardel: historia de un ídolo"; así como también repitió papeles en la versión de 1967 de "La muchachada de a bordo" y en la de 1969 de "El día que me quieras"; dos "remakes" innecesarias que se convertirían, curiosamente, en sus últimas intervenciones en la pantalla grande. Y todo un récord, al hacer el mismo personaje con casi treinta y cinco años de diferencia.

Siempre presente en el teatro, en su extraordinaria condición de actor y bailarín de tangos, tuvo por parejas de baile a Tita Merello, Olinda Bozán y Beba Bidart. Había desarrollado un estilo muy particular de caminar sobre la pista, que era la delicia de los espectadores. Su última gran demostración la hizo en un espectáculo junto a la orquesta de Mariano Mores.

En marzo de 1977, estando como invitado en el programa "Grandes valores del tango", lo atacó una hemiplejía de la que nunca se recuperó. En junio se 1982 falleció en el Sanatorio Evangélico. Sus restos fueron velados en el hall del Teatro Presidente Alvear y hoy reposan en el Cementerio del Oeste. El coche fúnebre que lo llevó hasta su morada final, mientras lo cubrían de flores, llevaba en su luneta trasera el retrato de su gran amigo Carlos Gardel.

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