sábado, 19 de febrero de 2011

Juan Carlos Dual: "Alguna vez se me ha escapado el ego"


Más de una vez entró como quien sale. Su relato —que no es más que su vida en palabras— está poblado de perlitas en las que cada vez que escapaba de, sin rumbo fijo, llegaba a. Una de las perlas, a las que ni siquiera el paso del tiempo les quitó brillo, da cuenta del día en el que, huyendo de la Policía, Juan Carlos Dual se topó, literalmente, con la puerta que le marcó su destino. No la desgrana sobre la mesa del bar como "la anécdota"... la suelta como una más de las muchas que sabe contar. Sin embargo, a medida que la reconstruye, sobre los pilares de su memoria emotiva, la escena invita a un párrafo aparte.

"De pibe yo jugaba a la pelota con unos amigos en una cortada de Barracas que ya no existe. Era un lugar con trampa, porque como los vecinos se quejaban, te entraban patrulleros por los dos lados y quedábamos encerrados. Y después tenía que ir tu viejo a sacarte de la comisaría. Un día apareció el autito y no sé cómo zafé del brazo del policía y empecé a correr como loco. Corría sin mirar hacia dónde iba... De golpe vi una puerta abierta de una casa y me mandé. Subí la escalera y me topé con una cantidad impresionante de libros. Apareció un señor que me dijo si estaba perdido. ¿Dónde estoy?, le pregunté. En la Biblioteca Popular de Barracas, me contestó. Y luego me propuso que dos veces por semana, en vez de jugar al fútbol, fuera a leer, que había cosas interesantes. Y así me hizo conocer la novelística inglesa, la española, la literatura rusa. Era un viejo socialista divino que me abrió un mundo", reconoce ahora, a modo de tributo merecido.

Pero ese refugio no fue testigo sólo de esa huída: "Ahí también funcionaba un taller de teatro y me anoté. Como mi viejo decía que eso era cosa de maricones, no me dejaba participar. Entonces pedí cambiarme el nombre, porque si aparecía López, que es mi verdadero apellido, en el anuncio de las obras que hacíamos, mi papá me mataba. ¿Y cómo te querés llamar. Y, mirá qué curioso, yo, que ahora tengo una buena dicción, cargo con un apellido distorsionado por mi mala vocalización de entonces: vi una firma pintada en la pared y dije Duvall. Entonces el tipo anotó Dual. Y quedó para siempre".

Por aquellos años de enfrentamientos con su padre —"peleábamos mucho, pero lo respetaba y con el tiempo aprendí a entenderlo"—, el cine le oficiaba de disparador de sus fantasías. Películas como Por quién doblan las campanas o El halcón maltés lo invitaban a soñar con ser actor. Pero antes de abrigar su vocación tuvo que "salir a ganar el mango. A los 14 años entré a trabajar en el correo, primero como mensajero y después en mesa de entradas. Y en un momento tenía apiladas más obras de teatro que expedientes". Se anotó en el ISER, pulió la gravedad de esa voz que envuelve, y se dejó iluminar por las penumbras del teatro independiente, en tiempos "en los que hacíamos obras de Oscar Wilde, Bernard Shaw... el teatro comercial nos parecía de otro nivel. Tenía una soberbia moderada, que por suerte se aplacó. Alguna vez se me ha escapado el ego, pero hasta ahí nomás. Detesto las desubicaciones".
Muchacho guapo, en los 60 su ego esquivaba las tentaciones como podía: fue modelo publicitario, productor y actor de fotonovelas en Anahí, creaba cortos, tuvo su propia productora y un día lo llamó Nené Cascallar para incorporarlo a El amor tiene cara de mujer: "Para mí ella era el zar de las telenovelas. Me dijo Tengo interés en su aspecto, en cómo habla, cómo matiza. Lo voy a poner a competir con Norberto Suárez, en medio de su romance con Evangelina Salazar. El público lo va a odiar, pero si usted es actor sabrá salir a flote. Y después me llevó a Cuatro hombres para Eva".
Por esos días, también fue elegido para el Teleteatro Palmolive del aire y cuando iba por la segunda temporada lo convocaron para tapar un bache: "Iban a hacer una novela con un actor que debía venir de España y como no vino echaron mano a esta historia a ver qué pasaba. Eramos Nora Cárpena, Silvia Montanari y yo. El título era Me llamo Julián, te quiero y la pegamos de tal manera que te diría que fue un fenómeno más explosivo que el de Rosa de lejos", en la que interpretó al inolvidable maestro.
Protagonista de Cash, la obra de José María Muscari que hoy se estrena en el Maipo, comparte que a veces "hablo conmigo y me digo... bah, le digo a Dual que ha tenido suerte, porque fue López el que se sacrificó y estudió para que él construyera este cartel. Y entonces le pido a López que lo llame al orden cuando algo lo confunde".
¿Y quién gana?
Siempre gana López.

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