El 13 de agosto se cumplieron 14 años de la despedida de este grande del periodismo bahiense. Compartimos la carta que Pipo Palacios le escribió a su amigo y colega:
Eduardo, te recuerdo como a un tipo simple, siempre con una sonrisa a flor de labios. Mirada melancólica y de escasas pero certeras palabras a la hora de dar una opinión. Fuimos compañeros del servicio Militar obligatorio, cuando nos tocó correr, limpiar y barrer en el Comando del Quinto Cuerpo de Ejército. Yo había decidido hacerme el boludo de entrada, confesándo que no sabía escribir, conducir ni hacer nada de nada. Todo para no colaborar y después de esto, me mandaron a formar parte del deplorable "Pelotón de fajina", un grupo de miserables que con escobillón y rastrillos al hombro, todas las mañanas salíamos a barrer calles y juntar hojas que después quemábamos en el horno cercano a la morgue. Como te cagábas de risa cuando me veías desfilar con el escobillón al hombro. Me gustaba verte reír con tu carcajada de niño cuando te mostraba alguna de mis caricaturas con dibujos de cabos, sargentos u oficiales detestables. Uno de los episodios más cómicos de aquella época, fué cuando el ejército, por razones de economía, había decidido dar de baja a los soldados ineficientes o que estaban al pedo. Fué cuando viniste corriendo a buscarme y me diste la novedad; "Pipo, te vas de baja por inútil, estás en la lista". Estábas feliz de verme en la lista de los que volvían a la vida civil a solo seis meses de estar en la "colimba". A los pocos minutos de confirmarme ésto, me fuí directamente a la cantina a celebrar. Ahí estábamos todos los que nos íbamos. Fumando, comiendo sandwiches y riéndonos de los obsecuentes que se quedaban seis meses más. Me acuerdo que estaba junto a Daniel Troncoso, Indalesio Peral el "narigón" Tomassini y otros más, disfrutando de la noticia y el tibio sol de aquella mañana cuando apareció el "rusito", un pibe rubio, muy servicial y medio paisanito que oficiaba de asistente del suboficial principal al que apodábamos "Ginebra". El "rusito" estaba triste porque se quedaba. Me fuí de boca cuando le dije; "no te pongás triste "Ruso", vos te lo buscaste por ser alcahuete del borracho de "Ginebra". Ni bien dije ésto, se produjo un silencio interminable. Todos mis compañeros se quedaron completamente mudos y haciendo señas con los ojos. No lo podía creer, el propio suboficial "Ginebra" estaba allí, escuchándo oculto desde un lugar de la cantina, todo lo que yo le había dicho al "rusito". Se bajó como una tromba, estaba furioso y se vino directamente hacia mí. Rojo de bronca, se me paró enfrente y clavándome la mirada me dijo; "¿así que yo soy ginebra? ¡Carrrreraaaa Marrrrr, cuerrrpo a tierrra, arrrastrarse, buscar petróleo, salto de raaaaanaaaa! Me tuvo bailando media hora que me pareció una eternidad. Finalmente, cuando estaba casi sin aliento, "Ginebra", caminando despacio, se paró a mi lado y casi al oído me susurró; "Soldado, le comunico que gracias a su chiste pelotudo, usted no se vá de baja y ojalá vuelva a caer en mis manos". Y así fué. Por pasarme de vivo, estuve ocho meses más en la "colimba". Con mucho pesar, Eduardo, te tocó a vos como integrante de la oficina del personal, borrarme de la lista de soldados elegidos para irse de baja. Pocos años después, formaste parte del staff de la revista Bahiana, donde hacías las entrevistas de los almuerzos en el Italia, con personajes de la ciudad invitados. Compartimos la querida LU3, donde siempre te divertías escuchándo las boludeces que hacía en mi programa. Tuviste presencia única en la televisión, eras el periodista más creíble de la ciudad. Amabas tu profesión con alma y vida, algo que valoré siempre, porque te respeté y quise como a un gran amigo, aunque no nos viéramos seguido. Lástima que te fuiste temprano querido Eduardo, tenías tanto por hacer en esta existencia..., o quizás nó. Posiblemente te hartaste de tanta gente de mierda y la sufriste en silencio, resistiendo como un caballero, sin gritar a los cuatro vientos tu puteada contenida durante tanto tiempo. Bahía tiene su lado cruel Eduardo, posiblemente, además de tu capacidad, no te vieron tu alma o la profundidad de la misma, algo que sucede con tanta gente que pone o le ponen su culo en el sillón o puesto directivo que no merece. Tenía necesidad de escribirte esto Eduardo, porque al igual que vos, sigo viviendo de los sueños, apostando a que algún día un viento divino terminará con las bajezas humanas y surgirá algo mejor, menos perverso, más ingenuo, simple, limpio, transparente, único y buena persona como eras vos.
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