Galardonada en varios festivales
europeos,
esta película rusa, dirigida por Andrei Zvyagintsev y
protagonizada por Nadezhda Markina y Andrey Smirnov, tiene todas las
características por las que reconocemos al cine de autor. En oposición al
bombardeo de información y a la velocidad de las imágenes de los filmes hollywoodenses,
este drama construye una historia simple, pero no menos profunda, sobre algunas de las problemáticas que arrastran
las relaciones humanas, los vínculos familiares y los intereses económicos.
La primera impresión que
observamos al comenzar la película es que en realidad parece no estar
sucediendo nada. Un inicio que se presume extraviado y carente de acciones. Una
manera de instaurar un sello personal y una invitación al espectador a corresponder con un rol activo, sumado al
de su labor de atención.
En principio, se muestran las
habitaciones vacías de una casa lujosa en la que suponemos vive una familia
adinerada. Más tarde aparecerán los protagonistas en torno a sus tareas
hogareñas, los automatismos en que se desenvuelven y el cumplimiento de su clara
y evidente división de poderes. Elena y Vadimir son un matrimonio en edad
avanzada y cada uno proviene de sectores socioeconómicos claramente diferentes.
Como testigos de una conversación, descubrimos que cada uno tiene un hijo de
una pareja anterior y que el sostenimiento de esos vínculos les implica no sólo
tensiones emocionales sino también costos económicos.
Lo interesante de esta propuesta
es que el espectador va construyendo el curso de la historia y la vida de los
protagonistas a medida que se desarrollan las escenas. La información se brinda
a cuenta gotas, el guión nos muestra a los personajes en el ejercicio de su
rutina, en la afluencia de sus relaciones interpersonales y en cada gesto, en
cada palabra, subyacen las características que hacen a esa personalidad. Allí
es donde radica la inteligencia y la delicadeza del filme, que se despliega de
manera que debamos mantener los ojos siempre bien abiertos para no perdernos
nada. Todo es muy simple pero al mismo tiempo de una presencia fundamental.
"Elena” es sin dudas una película diferente, (de por sí el idioma
implica toda una aventura para el oído), con una resolución cruda y compleja,
que divide sentimientos y reparte
acusaciones. Nos invita a indagar acerca de la crueldad que se esconde
tras los intereses materiales y a reflexionar respecto de cuán lejos es capaz
de llegar una persona, para evadir la tristeza, ayudar a los suyos, y salvarse,
de una vez y para siempre, de ese maldito fantasma al que llamamos soledad.
Viviana Cipolla
Corresponsal de Espectáculos
“La fama es puro cuento” – Marzo 2013
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